Parece sencillo, pero no lo es.
Las relaciones comerciales cambian a una velocidad vertiginosa. Lo que ayer era la última moda, hoy ya está obsoleto. Es el propio cliente quien marca el ritmo.
Las grandes empresas dan cada vez más importancia a la preparación de sus comerciales. Hoy en día todos nos hemos convertido, de alguna manera, en nuestros propios vendedores.
El público actual es el más informado. Nunca antes habían existido tantas posibilidades. Nos gusta mirar los escaparates, nos gusta probarnos diez prendas a la vez.
La gente cree saber bien lo que quiere, y está poco dispuesta a escuchar charlatanerías. Hoy, la idea de los comerciales de antes -los que no callaban- se ha transformado de una manera radical.
Sólo un buen comercial vende realidades cargadas de cierta dosis de emoción, que es lo que el cliente actual demanda. El público objetivo necesita sentirse protegido y tranquilo porque el servicio que ha contratado está en buenas manos.
Así pues, un buen vendedor deberá contar con habilidades comerciales orientadas a la personalización de las soluciones, con un mayor foco en el asesoramiento al cliente y la fidelización a la marca y, sobre todo, dispuestos a renovarse continuamente para integrar con solvencia los cambios que sus compañías implantan en periodos, cada vez más cortos.