La fórmula de la lealtad
La lealtad ha sido, sin lugar a dudas, el recurso más valioso y escaso de mis más de 30 años de carrera profesional. Valioso porque un equipo leal y con talento es prácticamente imbatible, y escaso porque lleva mucho tiempo y esfuerzo obtener dicha lealtad.
¿Y cómo conseguirla? Pues, en primer lugar, estableciendo la correcta dinámica de trabajo. De hecho, he tenido la suerte de colaborar con todo tipo profesionales, y he llegado a la conclusión de que las dinámicas, todas las interacciones entre profesionales, caen en uno de estos tres tipos: Indiferencia, confrontación o colaboración.
La indiferencia surge en equipos sin liderazgo ni metas claras, y suele fracasar más pronto que tarde. Por el contrario, la confrontación tiende a ser fruto de un liderazgo mal entendido, en el que prima la ley del más fuerte y no existen compañeros, solo rivales. A corto plazo puede que este tipo de dinámicas sean un éxito, pero con el tiempo acaban devorándose a sí mismas porque son contrarias a que surja el germen de la lealtad, el respeto.
En contraposición a la indiferencia y la confrontación, las dinámicas de trabajo basadas en la colaboración son aquellas que desarrollan el máximo potencial de cada miembro del grupo y establecen unas metas comunes y unos objetivos bien definidos. Si se consigue perpetuar en el tiempo una dinámica así, se acabará dando paso al respeto profesional, seguido del respeto personal y, finalmente, a la lealtad al proyecto compartido.
Ahora bien, además de tiempo y colaboración, la auténtica lealtad exige de reciprocidad. Y sí, esto puede parecer una obviedad, pero he visto fracasar muchísimos proyectos por culpa de una lealtad unidireccional. Y estoy seguro de que todos hemos vivido o visto casos de responsables que usaban la lealtad como una excusa para asfixiar a los profesionales a su cargo… O de trabajadores que entendían la lealtad como un derecho adquirido, en vez de como un contrato mutuo basado en el respeto.
En mi caso, siempre he considerado como algo indispensable pensar en cómo puedes ayudar/colaborar con quienes compartes un proyecto… Pidiendo siempre el mismo grado de implicación, de lealtad, que tú estás ofreciendo. Y, por supuesto, dando y pidiendo la máxima sinceridad, pues el virus que mata la lealtad es la mentira.
La búsqueda de esta lealtad recíproca y duradera ha determinado tanto mi vida profesional como mi vida personal y, sinceramente, creo que ninguno de los éxitos que he obtenido habría sido posible sin haber ganado antes la lealtad de quienes me rodeaban.
Y creo que esto es perfectamente extrapolable a cualquier organización moderna. Al fin y al cabo, el mundo cada vez más globalizado y competitivo en el que nos encontramos hace indispensable abandonar el yo por el nosotros, creando equipos capaces de remar en la misma dirección. Y esto solo se consigue con lealtad.
Augusto Abril de Fontcuberta, Marketing TIPSA
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